lunes, 31 de octubre de 2022

El sueño

 Calculo que sucedió hace 4 años, sobre el 2018 desperté tras un hermoso sueño. Una experiencia que todavía recuerdo con total detalle tal y como pasaré a relatar. No sé qué significado tiene ni como interpretarlo por lo que tan solo recordaré los hechos.

Todo sucedió en los jardines de Viveros en Valencia justo donde siempre ha habido  un colegio que está dentro de lo que sería el perímetro de viveros. Digamos que es terreno cedido de los jardines para justo en frente de la escuela de artes y oficios.

En mi sueño el colegio no existía y en su lugar podriamos decir que continuaban los jardines de Viveros, aunque ese lugar era nuevo para mí. Era por la mañana y yo iba en bicicleta: una de esas bicis de paseo, probablemente como la que llevara mi abuelo hace más de setenta años. Podía sentir la libertad de levantarme del sillín y sin pedalear poder disfrutar de esa brisa tan especial en la cara. 

El jardín tenía una peculiar fuente que soltaba varios chorros de agua de una punta a otra con la particularidad de poder pasar con la bici estando todavía levantado del sillín. El conjunto de chorros resultaba divertido ya que se podía ver como un pasillo de agua.


 Iba despacio y jugaba con tocar el agua de la fuente que pasaba cerca de mi cabeza. Me gustaba sentir la microgotas de agua que rozaban mi cara.

Iba y venia haciendo lentos pedaleos a mi antojo. Aún puedo recordar cómo el agua en aspersión iba cayendo en el suelo y dibujaba surquitos en la tierra blanca del jardín.

Después de jugar de esa forma tan sencilla, me dirijí hacia una parte del jardín donde el sitio para pasar era más estrecho y había un recodo que formaba una curva de unos 180 grados. Habían bancos de piedra y algunas estatuas. Dado que no había mucho espacio para girar y pedalear tuve que girar a menor velocidad. 

Fue allí donde podía percibir una fuente de experiencia que emanaba mucha energía. No estoy seguro si llegué a verle o simplemente fue una enorme percepción, pero allí había un sabio. Alguien que con su presencia y mirándole a los ojos podría darte tanta claridad como para poder verte a tí mismo. Quizás con una enorme barba, pelo largo y arrugas en su piel. Su aspecto podría ser de origen hindú. Pero no bajé de la bicicleta y salí de esa zona para volver de nuevo al comienzo de la zona de la fuente. 

Allí habían unas mujeres vestidas con trajes de un color rojo muy llamativo con dibujos florales, probablemente también de origen hindú. La tela de caída sedosa  dibujaba olas con el movimiento circular que ellas imprimian de forma caprichosa. Observarlas me produjo una fascinación que aún me conmueve. Probablemente allí habrían 4 mujeres dibujando aquellas ondas en el aire. Aquella música en el aire, pero no de la que se puede escribir en los pentagramas, sino de aquella que sabe pulsar las teclas del alma, porque aquel ritmo era sencillo y a la vez perfecto.

Por algún motivo dejé la bicicleta allí  y me dirigí a la salida del parque que curiosamente estaba cerrado con una puerta de madera como las que hay en las casas de pueblo. Dos puertas bien altas y una cerradura metálica. Recuerdo que de pequeño estuvimos en una cada de pueblo con puertas así. Salí del parque con aires muy tranquilos y muy sereno me incorporé a la calle desde la cual venían unos niños.

Lo que viene ahora no me cuadra muy bien ni tampoco guardo mucho detalle de cómo sucedió, pero de alguna forma uno de los niños estaba en peligro por el tráfico de coches cercano y tuvo la suerte de que por alguna intervención que hice no sucedió nada. 

Aun estaba nervioso por el peligro de aquellos infantes pero cuando desperté seguía pensando en ese movimiento perfecto de aquellas mujeres, en esa libertad mientras pedaleaba, en el agua en mi cara y en aquel sabio.