lunes, 15 de junio de 2009

Descubrió los castillos - II

Al principio sentí un calor intenso y mis piernas dejaron caer todo mi peso.
El suelo estaba frio y dejé de escuchar el gentío. Perdí la noción del tiempo mientras veía las ventanas abrirse y descubrir aquel adorable prado lleno de colores.

La luz desapareció y un zumbido detrás de mí me hizo girar...Allí estaba él con su sonrisa tan particular. La secuencia de sonidos de la puerta que sólo papá sabía reproducir.

Papa nos traía un queso que sólo sabían hacer los galos. Una vez al año viajaba al norte. Esta vez se adelantó y me alegró verle. Mamá lo abrazó y gritó contenta. La casa era un jardín de esencias que partía de ellos. Ahora sabía que aquel sentimiento era lo único que mereciera la pena en la vida.

Víctor entraba en el río a bañarse mientras mi hermano me llamaba: Alejandro! entra! ven! Que primavera tan bonita nos visitó y desconcertado ante tantos recuerdos me senté en el suelo que cada vez estaba más frío.

No entendía nada y al mirar arriba volví a las alturas del castillo donde me habían derribado. No sentí miedo, no sentí más dolor y sí una inmensa paz que me llevó a volver a verla. No acertaba a comprender por qué mi último recuerdo sería ese.

En ese instante ella irradiaba sensaciones tan familiares que me invitaban a quedarme. Aquella escena ya la habia visto antes y quería volver a contemplarla. Un extraño vuelco en mi corazón me acercó a la pequeña Mónica. Su cabello mojado, sus manos, su luz. Cuando quise decir su nombre era incapaz de recordarlo.

Casi treinta años atrás ella me regalaría algo más que una sonrisa. Algo que siempre estuvo en mí. Sentía dulcemente cómo ese fluir de la vida hacía crecer mis raíces en la tierra y cómo florecía el jardín de mi casa.

Pronto olvidaría mi cuerpo.

1 comentario:

  1. Bueno pues me quedé con ganas de más.Al final has matao al prota, bandido¡

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